Columna de Opinión: Ucrania y los músicos del Titanic

Dr. Pedro Salinas Quintana
Académico Facultad de Ciencias de la Salud UCEN

 

 

 

Revisando las redes sociales, me topo con variados comentarios de personas que dicen que no hay que considerar tanto lo que pasa en Ucrania porque acá tenemos sendas problemáticas mucho más importantes: el cambio de gobierno, la asamblea constituyente, la seguridad, la migración. Sin duda, todos temas que requieren atención pronta. Eso, si lo vemos en el contexto de hasta dónde nuestros ojos alcanzan a mirar, pero si usáramos unos lentes de mayor alcance, quizás podríamos advertir que no hay nada más urgente que atender lo que pase en Ucrania.

 

De partida, es un error creer que el conflicto está lejos y que por ello no nos afectará. Los efectos se verán en el corto plazo y en lo inmediato ya se están viendo en cuestiones económicas. Qué más inmediato que el valor récord del petróleo que termina afectando hasta lo más cotidiano de nuestras vidas. De haber una guerra de mayor magnitud, el escenario cambiaría drásticamente. Nunca antes la humanidad ha vivido un conflicto nuclear de gran escala o u una guerra cibernética que puede hacer colapsar no solo los sistema de información, sino hasta el agua que sale por la llaves de las casas. Todo está irreversiblemente controlado por sistemas de computación compleja.

 

En este escenario, me parece que las personas que hacen el tipo de comentarios mencionados, no se dan cuenta el momento que vivimos. En pocas palabras, asistimos al ocaso de la cultura occidental y de las estructuras que la fundaron. Pese a ser un proceso que se venía desarrollando, toda guerra termina por acelerar los procesos de cambio que la diplomacia y le economía se esfuerzan por sostener. Pero ya lejos del momento de la diplomacia estamos, sin duda, en el atardecer del mundo que hemos conocido y en ese contexto, mientras trabajamos y tratamos de llevar una vida normal dentro de la guerra, la pandemia, la política interna y la crisis del medioambiente en parte somos como los músicos del Titanic. Tratamos de sostener una falsa normalidad, mientras el barco naufraga. Pero, no. No es normal esta guerra, no es normal el cambio del clima, ni la falta de agua, ni las grandes migraciones de personas a nivel mundial. No lo es. Urge para mantener en pie algunos de los cimientos del mundo conocido el que seamos capaces de levantar nuevas prioridades en nuestra forma de habitar el planeta. No pasará hoy ni mañana, pero hay que comenzar a pensarlo ya, y eso si que me parece un asunto de real urgencia. Quizás es tiempo de mirar nuevamente siglos atrás para retomar seriamente aquello que fue la preocupación de los griegos cuando inventaron la democracia: un mundo de verdad, justicia y belleza en perfectas e iguales proporciones.

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